domingo, 21 de octubre de 2012

Guerra Calle. La Felicidad Tiene los Ojos Cerrados


GUERRA CALLE LA FELICIDAD TIENE LOS  OJOS CERRADOS

Pablo Picasso, cuya sabiduría natural era hija de la observación, dio de lleno en la diana cuando astutamente razonó: “Si se sabe exactamente lo que se va a hacer, ¿para qué hacerlo?” Su razón es de peso, y se justifica el acto creativo.Si el artista supiera de antemano qué es lo que va a hacer, renunciaría a hacerlo. Lo que mueve al artista a crear es el deseo de vencer esa dificultad que se resiste a ser vencida que es el arte.
Cuando el artista empieza a crear no sabe lo que va  a hacer  y cuando acaba de hacerlo no sabe lo que ha hecho.
Si a Guerra Calle le preguntáramos cuánto hay búsqueda y cuánto hay de hallazgo en su obra seguramente no sabría respondernos. La lección picassiana es luminar: el artista no busca, encuentra. Y en esta onda se encuentra Guerra Calle, cuya obra se configura como camino que machadianamente se va haciendo al andar, bien que buscando el mañana en el ayer, como en el poema del arroyo que fluía prodigiosamente hacia el nacimiento en vez de naturalmente hacia el mar.
La temática de Guerra Calle es la clásica temática rural, con un algo de tinte de “Pintura Social” campesinos entregados a las duras labores de siembra, siega y recolección, grupos familiares en los que los hombres, mujeres y niños se esfuerzan por sobrevivir al drama de las tierras abandonadas al albur de la suerte, paisajes de impronta inequívocamente campesina y valientes bodegones pintados con amable sencillez y esquemática templanza.
El modo de Guerra Calle tiende a expresionista. El dibujo es seguro y premeditadamente áspero. Y la coloración, intensa y vibrante, amiga de los grandes empastes y muy en línea con la mejor producción de ciertos miembros de la Escuela de Madrid, entre los que habría que destacar la figura de Mozos, Bueno, Del Olmo, etc., como habría que destacar también como remota fuente inspiradora, la simpar figura onubense Daniel Vázquez Díaz, a quien tanto debe la figuración española.
Guerra Calle es, ya se ha dicho, expresionista. Pero es, también, postcubista o neocubista. La anatomía de sus personajes deja traslucir la sólida formación cubista de su esqueleto. La ventaja del cubismo es que, cuando se domina la estructura, ya no es posible pintar figuras vacías, sin densidad, sin peso, sin armadura.
Muy armadas aparecen, en efecto, las figuras de Guerra Calle, que pinta mujeres que tiran a mujeronas, robustas, carnales, sensuales, macizas. Pero que para que esa armadura no sea excesivamente rígida, Guerra Calle se cuida mucho de dulcificar las aristas, los contornos, las angulaciones, todo aquello, en suma, que en su pintura sería picudo si no fuera, como es, tan premeditadamente redondo.
El compañero en la crítica, y pintor él mismo, J. Castro Beraza, mantiene que “Guerra Calle plantea la sencilla claridad de las cosas y nos hace reflexionar sobre lo gastados que están los conceptos y palabras como vehículos de definición. Es la revolución de lo común, contra los lugares comunes; la rebeldía de lo elemental contra lo preestrablecido”, en tanto que para Fernando Ponce “Guerra Calle se encuentra en una fase de autenticidad creadora. Tiene un universo propio y lo profundiza en cada uno de los tensos momentos que le dicta la inspiración”.
Conocida, por notoria, la predilección del pintor por los motivos que le perimiten situar a la mujer en ambientes intimistas, no extrañará que últimamente venga profundizando en este “asunto” expresivo. Mujeres unidas en las labores cotidianas, pelando frutos, entremirándose, entrehablándose, entreaprendiéndose. O jovencitas acodadas en mesas con flores, dormidas al amor de un libro, porque. Como aguadamente sentenció Paul Valery “la felicidad tiene los ojos cerrados”
ANTONIO MARTÍNEZ CEREZO.

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